martes, 29 de enero de 2008

Música tras las rejas

cárcel de Brixton es, quizás, el escenario más extraño para escuchar música en vivo en una tarde gris en el sur de Londres.
Una iglesia gótica de la época victoriana mira hacia un patio interior rodeado de cercas metálicas, alambre de espinas y puertas de seguridad.
Adentro se escuchan las canciones escritas por los presos, que las interpretan con tal entusiasmo, que se parecen a las oraciones que se deben ofrecer en este triste lugar.
Es el proyecto "Música en las Cárceles", en el que músicos trabajan con los reos para ayudarles a componer e interpretar música.
Los blues de la cárcel
El ambiente durante el concierto es animado; pero a veces, escuchar tras las rejas una canción sobre un amor que se fue puede ser doloroso.
La función en la capilla de Brixton está llena de contrastes.

En la cárcel, uno puede sobrevivir siendo egoísta, de hecho, es una cualidad inherente a la vida en la prisión. Esto no ayuda cuando la gente sale de nuevo a convertirse en parte de una comunidad
John Podmore, director de la cárcel de Brixton
Hay un hombre con bíceps del tamaño de tres troncos parado frente a una estatua de la virgen con el niño.
En una de sus canciones, el coro es interpretado por un guardia de uniforme; sus llaves tintinean en el bolsillo al compás de la música.
Al final de la presentación -una mezcla de pop, jazz, rap, reggae y poesía- la gente comienza a bailar en los pasillos.
Las canciones hablan sobre amores perdidos, la soledad, la espiritualidad, la vida urbana y la política.
Los músicos se bajan del escenario iluminados por la energía de su interpretación.
Uno de los cantantes está orgulloso porque superó los nervios en su primera presentación en público.
Otro prisionero, que era músico antes de ingresar a la cárcel, hablar sobre el gran sentimiento de liberación y expresión propia.
Pero, ¿tienen los reos derecho a divertirse así? ¿No debería invertirse, más bien, en las víctimas? ¿Puede la música rehabilitar criminales?
Contra el egoísmo

Los prisioneros son obligados a trabajar en equipo.
John Podmore, director de la cárcel de Brixton, comienza explicando que, en su prisión, no hay premios para los tramposos.
"En esta prisión, si los proyectos no tienen como objetivo reducir la reincidencia, no los aceptamos", explica.
Según Podmore, este programa es una manera de entrenamiento de fácil acceso que funciona.
"No se trata de incluirlos a todos en la obra de teatro de final de curso para que todos se sientan bien", dice.
"Se trata de encontrar la manera de entrarle a personas que están acostumbradas a una vida de egoísmo y que no están acostumbradas a la responsabilidad personal", agrega.
"En la cárcel, uno puede sobrevivir siendo egoísta, de hecho, es una cualidad inherente a la vida en la prisión. Esto no ayuda cuando la gente sale de nuevo a convertirse en parte de una comunidad", concluye.
El proyecto obliga a los prisioneros a trabajar en equipo, a aprender de los músicos, a conocer modelos positivos y a pensar en lo que quieren decir con sus canciones.
"No son vacaciones"

La música puede ser un primer paso en la integración con la comunidad.
Podmore también responde de manera práctica a quienes piensan que las cárceles no deberían ser lugares para crear música.
"La gente que dice que estos son campamentos de vacaciones no sabe de lo que habla. No son lugares placenteros", explica.
La música ayuda a que personas con serios problemas puedan establecer lazos con otras personas y reflexionar sobre por qué están tras las rejas, opina.
El director subraya que los prisioneros algún día saldrán libres y que, para la comunidad, la gran pregunta es ¿qué tipo de persona saldrá de esa cárcel?

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